Capitulo 4
Después de devolver el bote inflable al puesto de alquiler, caminamos por la playa bajo un hermoso cielo naranja. El sol ya se estaba escondiendo y su efecto con las nubes sobre el mar me dejaban anonadada. Pero no tanto como el aspecto de Nick, quien tenía a centímetros míos caminando a la par. Íbamos en silencio, en un ritmo lento, disfrutando del momento. Del increíble paisaje, de la brisa de verano, disfrutamos solo nuestra compañía. Desde que nos besamos apenas intercambiamos palabras, solo miradas, llenas de significado. Mi cabeza estaba a mil pensando sobre todo lo que paso en tan poco tiempo. ¿De veras me estaba enamorando de él? ¿Enserio sentía algo tan fuerte? No quería lastimarlo. Esto terminará mal. ¿Podía ser…
El contacto con la piel caliente de Nick me sacó de mis pensamientos. Mirando al mar, haciéndose el distraído, entrelazó su mano con la mía. Me invadió una sensación inexplicable cuando lo hizo. Miré nuestras manos. La suya, grande, estilizada, varonil pero a la vez delicada, envolviendo mi mano, frágil, pálida, pequeña. Sentía que con él todo estaba bien. Mientras estuviese con el nada más importaba. En ese momento sabía que era él. Lo amaba.
____
-Miley, pásame el azucarero por favor. –Mi abuelo me pidió- Miley, el azucar.
-¿Miley? –Preguntó mi abuela, con la preocupación dibujada en su rostro.
Una semana había pasado y con Nick éramos inseparables. Nos desaparecíamos de nuestras casas, y volvíamos tarde pasada la cena. Mi madre llamaba todo el tiempo a mi celular para preguntar como estaba, como me sentía, como lo estaba pasando y si había encontrado algo para hacer en la ciudad. Siempre le contestaba de mala gana porque interrumpía algo en que estaba con Nick, pero al final de la conversación le decía 'Te amo'
-¿Qué? –Los miré confundida- ¡Ah perdón! Aquí tienes, abuelo.
-¿Que tienes? Te encuentras bien? – Mi abuela siguió alertada.
-Estaba pensando en otra cosa, es todo. –Les sonreí.
-Es rulitos que te tiene en otro mundo me parece… -Mi abuela me miro con complicidad. Se rió, al igual que mi abuelo
-Abuelos! –Me quejé, uniéndome a sus risas-
-Qué tan serio va todo? –Mi abuelo se interesó, mientras pasába de página en el diario
-Nos conocemos hace muy poco –Suspiré- Pero tenemos algo especial. No sé si lo entenderían…
-Claro que te entiendo, mi amor. –Me interrumpió mi abuela- Con tu abuelo nos casamos solo dos meses después de conocernos. Solo sabíamos lo fuerte que era el lazo que nos unía.
Les sonreí mientras ellos se miraban con ternura, con ojos que vivieron muchos años, muchas experiencias, muchos capítulos de vida. Y a juzgar por sus miradas se seguían amando como el primer día…
Una bocina sonó afuera de la casa. Sabía de quien se trataba. Tomé mi cartera, una chalina, salude a mis abuelos con un cálido abrazo y me dirigí a paso vivo al coche de Nick. Me senté en el asiento del copiloto, y solo nos observamos por un momento.
Recorrí sus facciones con la mirada. Sus labios, su piel lisa y blanca, sus lunares, su nariz pequeña, sus ojos, sus pupilas profundas, sus cejas. Su pelo, con rulos perfectos. Su cuello, sus manos.
Me hubiera sentido rara de estar devorándolo con la mirada si el no estuviese haciendo lo mismo conmigo.
Él se acerco a mi, perfumando el aire con su riquísima fragancia.
-Hola –Lo saludé sonriendo, cuando estábamos a nada más que centímetros de distancia.
-Hola –Me correspondió la sonrisa, y se quedó así. No se movió más, estábamos a centímetros y él no hacia nada. Nos quedamos sonriendo el uno al otro hasta que solté una carcajada y lo besé rápida pero fuertemente, agarrándolo por sus rulos.
Me devolvió el beso dándome varios besos cortos.
Yo me incorporé en mi asiento y apoyé mi bolso en el piso del auto.
-Y, ¿A donde tengo el placer de ir contigo esta noche? –Le pregunté, curiosa.
-Ya verás.
Al rato aparcamos en una construcción de vidrio, sobre la costa, con luces tenues. Él se apresuró a bajar del auto para abrirme la puerta y tomarme la mano al bajar, y sonreí ante su caballerosidad.
Caminamos tomados de la mano hasta la puerta del lugar, que todavía no sabía muy bien de que se trataba.
Un señor vestido prolijamente con un traje oscuro nos abrió la puerta y ahí descubrí que era. Un restaurant con paredes de vidrio, sobre la playa. Las olas casi chocaban la edificación, el ruido del mar se escuchaba perfecto. Había luces muy bajas, pero me llamó la atención que solo había una mesa para dos en el medio de un gran salón.
Nick me tomó por atrás y me pasó los brazos por la cintura.
-Lo reservé para nosotros dos por esta noche –Me susurró al oído- Espero que te guste.
Me di vuelta para quedar a cara con él y le pasé mis brazos por su cuello.
-Me fascina –Le sonreí.
Nos llevaron a nuestra mesa que tenía una vela en el medio iluminándola, junto con un pequeño jarrón con jazmines, mis flores favoritas que tenían un aroma exquisito.
De pronto estábamos solos.
Cenamos comida italiana, ambos, y después de terminar nuestros platos a puras risas, él se puso de pie y me extendió la mano.
-¿Me permitiría esta pieza, hermosa dama? –Me preguntó, poniendo tono de antiguo.
Tome su mano riendo y empezó la música. Bailábamos torpemente y sin ritmo, y como si fuera poco le pisé un pie. Después de burlarse de mi, y de mi poca habilidad con el baile, me tomó por la Cintura, yo por su cuello y me pidió
-Nada más sigue mis pies. Déjate llevar.
Seguí sus pasos. No dejamos de mirarnos ni un segundo, nos deslizábamos lentamente por todo el lugar pero en un momento ninguno de los dos le prestó más atención al baile. Si no que nuestros ojos nuevamente se comunicaban, querían decirse lo mucho que se amaban.
Nick se detuvo en el medio del salón, y con el dulce sonido del mar chocando contra el edificio y la vista plena de un cielo bellísimamente estrellado, chocó sus labios contra los míos lenta y suavemente. Se entrelazaron hasta encajar perfectamente. Nos balanceábamos inconcientemente mientras nos besábamos siguiendo a la música que ya no era importante. Pasó una mano por mi cabello acariciándomelo y luego besó mi cuello.
En silencio, yo solo me limité a apoyar mi cabeza sobre su hombro mientras nos balanceábamos casi imperceptiblemente. Una lágrima, me atrevo a decir que de alegría, recorrió mi rostro.
-Te amo –Le dije escondiendo mi rostro en su pecho.
¡Y cómo lo amaba!
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